Carlos Antonio Vélez e Iván Mejía, calvos y cascarrabias chuchumecos por demás, son dos periodistas deportivos que no son objetivos a la hora de comentar en lo que se relaciona con el fútbol, no han logrado tener la aceptación del público gracias a sus desacertadas apreciaciones.
En el mundo del deporte han habido muchos periodistas que no le han caído muy en gracia a los hinchas, pues aunque cumplen con su nivel de informar, se sobrepasan con los límites del apasionamiento, creen que tienen la razón en todo y la última palabra es la de ellos.
Los medios de comunicación les han abierto espacios en sus diferentes formatos en las parrillas de programación, pero no pueden durar más de medio año al aire, porque nadie los ve, escucha o lee.
Se habla del derecho a la libertad de expresión, pero también deben medirle los límites de la censura, es decir, hasta donde pueden decir lo que piensan.
Está bien la crítica en un proceso que camine mal, pero en el caso de la selección Colombia está claro que no les agradan los entrenadores extranjeros, pero eso si para que, los entrenadores colombianos son mañosos y no salen de su rosca, de su ego, no quieren ver progresar al equipo.
José Néstor Pekerman es un entrenador argentino, con una hija colombiana, siente al país como suyo y por eso se le aplaude el deseo de querer que a nuestra selección le vaya lo mejor posible.
Pero la critica no es solo con Colombia, sino con aquellos clubes que no son del agrado de los periodistas, como si fuera que los entrenadores les pidieran permiso para trabajar, es una fea costumbre de andar atacando sin argumentos, un proceso que va bien, y aunque no es igual de sobresaliente como antes, por lo menos todavía mantiene la Fe en la victoria.
Aunque a los periodísticos en cuestión no les guste, la vida social no va en torno a ellos, ni a sus pésimos gustos futboleros, sino a lo que está bien y es aplaudido por el aficionado
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