domingo, 2 de julio de 2017

CUANDO UNA CRISTIANA SEPULTURA SE CONVIERTE EN UN CALVARIO

Gran consternación ha causado la historia de la pareja conformada por Gerardo Angulo y Carmenza Castañeda, secuestrados  por las Farc, el  19 de abril del 2000 y asesinados por orden del cabecilla del frente 53 de este grupo guerrillero.
Su hijo Héctor, cuenta con la voz entrecortada y  una mirada  muy triste, cómo el 19 de Abril del 2000 un trágico hecho cambió su vida  para siempre: su padre y su madre fueron secuestrados en el kilómetro 4 de la vía Bogotá - La Calera.
Era un Domingo de Ramos, sus padres  se dirigían hacia la casa que tenían en el pequeño municipio cercano a la capital, una humilde casita que entre todos habían construido con mucho sacrificio y dedicación de estrato dos.
 “A mis padres les faltaba muy poco para llegar a la casa, cuando un grupo de  encapuchados, armados hasta los dientes, le dieron la orden a mi papá que se bajara del vehículo para una requisa. Él bajó, y mi mamá se quedó dentro del carro observando cómo lo requisaban. Pasaron varios minutos cuando de repente todos subieron al  carro Renault y se los llevaron”, cuenta.
En ese momento empezó un calvario que, trece años después, aún no termina para la familia Angulo Castañeda.
Héctor y su familia se enteraron del secuestro horas después, gracias a un vecino que presenció el hecho. Puso la denuncia, pero como siempre sucede en esos casos, la Policía le dijo que tenía que esperar 72 horas para empezar la búsqueda.
El comandante de la estación le respondió que iba a  instalar  un retén en la salida del pueblo, eso era todo la que podía hacer, relata el hijo mayor de la familia, que desde el primer momento tomó la iniciativa de buscar a su padre, un anciano de 70 años, quien tres meses atrás lo habían operado del corazón, y a su madre, una mujer de 68, quien no podía caminar mucho porque sufría de vena várice.
Héctor que ahora tiene 53 años, es casado y con cuatro hijos y vive en la localidad de Kennedy, se dio a la infructuosa tarea de ir por largos años tras los rastros de sus seres queridos: recorrió a  San Juan de Sumapaz y el cañón del río Guatiquía, entre Cundinamarca y Meta, se reunió con varios jefes de la guerrilla, pero aún después de conocer que sus padres fueron asesinados, nunca tuvo respuesta.
“Estaba tan lleno de dolor. ¿Por qué los habían secuestrado? ¿Cuál era su estado de salud?”, eran las preguntas que le carcomían el alma a este hombre, quien decidió buscar  ayuda en el Gobierno. Se entrevistó con el vicepresidente de ese entonces, Francisco Santos, quien en varios actos públicos pidió por la  pronta liberación de la pareja de abuelitos, pero eso fue todo.
Inicialmente, la guerrilla pidió 800 millones de pesos por la liberación. Según Héctor, tras entregarles certificados bancarios para comprobar que no podían pagar ese dinero, ajustaron el cobro extorsivo a 250 millones. Después hubo un largo silencio en la comunicación. Al cabo de varios meses, enviaron 60 millones de pesos a cambio de pruebas de supervivencia que nunca  llegaron. Para la familia este pago  representó una gran deuda por lo que tuvieron que hipotecar lo poco que tenían para seguir con la búsqueda.
Cada vez que  Héctor se enteraba de que liberaban a alguien, inmediatamente buscaba la forma de entrevistarse con la persona para pedir información de sus padres. Quien le más dio información sobre ellos fue Guillermo ‘La Chiva’ Cortes, secuestrado en el 2000 y quien compartió cautiverio con la pareja. ‘La chiva’ dijo que vio a Carmenza caminar por la selva, con las venas várices reventadas que le chasqueaban las botas plásticas por la
sangre.
Después de ocho años de angustia, de búsqueda por las selvas de Colombia, de buscar ayuda a varias entidades gubernamentales, de varias entrevistas con los cabecillas de las  Farc, Héctor se enteró de que a sus padres  los habían asesinado luego de tres meses de secuestro, en julio del 2000. La razón habría sido por la dificultad de caminar de doña
Carmenza.
Según Héctor, la revelación la hizo un guerrillero detenido hace 6 años. Este le dijo a un fiscal de Justicia y Paz, el pasado mes de febrero, que ‘Romaña, hoy jefe militar del bloque oriental de las Farc, ordenó acabar con sus vidas.
El testimonio del guerrillero confirmó algo que Héctor y su familia sospechaban desde hacía mucho tiempo: Gerardo y Carmenza fueron asesinados en el cañón del río Guatiquía, entre Cundinamarca y Meta, debido a la edad avanzada.
Desde ese momento, los Angulo Castañeda iniciaron una búsqueda implacable de los cuerpos, sin que hasta ahora tengan noticia alguna.
El testimonio del guerrillero es hasta ahora la única pista que tienen.
Piden darles cristiana sepultura y que los responsables de esta barbarie paguen por lo que hicieron, pero como la mayor parte de casos en este país, los culpables no aparecen y la Justicia sigue cojeando pero nunca llega.

Por: Sandra Milena Ramírez Ocampo


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