Colombia, un país clásicamente laico, pero en su mayoría
practicante de la religión católica, tiene dificultades a nivel de seguridad,
económico, social, y hasta de identidad de género e incluso con dudas sobre la
religión.
En un país en el que la devoción todo lo puede, haría
falta rezar por lo menos mil rosarios para poder conmover a unos políticos que
trabajan en favor de su ambición, de sus negocios personales, sin importar el
bienestar social de un pueblo que los elige.
Pero lamentablemente rezar es una cosa no muy importante
a la hora de pedir favores, ya que cada uno actúa bajo sus convicciones y por
supuesto, no es un factor clave para encontrar alguna solución a los problemas.
En el país del sagrado corazón no hay salud, no hay
trabajo, algunos no tienen posibilidad de estudio, pero aún así les toca
buscarse la forma de rebuscarse algo que hacer
Es un país muy bello, pero parece que la sociedad que lo
rodea no se diera cuenta del urgente cambio que necesitamos, que salgamos
adelante, que los países del mundo quieren darnos una mano, pero nuestra
terquedad y egoísmo es una forma de aislarnos ante una posible integración.
Recibimos ayudas de todo tipo, pero nuestra ambición y
falta de emprendimiento hace que vivamos en la nube, y que la gente que vive
por fuera, analice las verdaderas posibilidades que tiene de regresar o en su
defecto continuar su destino en lugares distintos a su país de origen.
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