Mi familia, contrario a mí, era hincha de otros clubes, como
ya el mencionado embajador, el Tiburón Junior de Barranquilla, o no sé si en
verdad o mentira Real Cartagena. El caso es, que me empezaron a acordar del
pasado oscuro de mi equipo, de como es que ganó sus títulos a punta de trampa
con dineros de narcotráfico, y cuando descendió, dijeron que jamás saldríamos
de la B. Pero es que en realidad costó, y fueron cinco (5) años de
incertidumbre donde hasta se especuló por intermedio de la prensa sobre la
posible desaparición del club.
El caso es que jamás desistí y siempre miraba la página del
club para agendarme con el siguiente partido. En realidad nunca pude viajar a
Cali, porque nadie de mi familia era hincha del club, y porque el dinero de la
boleta, podía invertirlo en un par de cervezas para ver el tan anhelado
encuentro.
Hace nueve (9) años que la mechita no es campeón en Primera
División, pero sus 13 estrellas, que lo colocan como el tercer club más grande
de Colombia, hacen que no se pierda la Fé, que exista esperanza de un mejor
fútbol para la hinchada. No me pregunten por qué, pero el América de Cali es el
equipo de mi vida, y desde que volvió a su casa, a la primera categoría, hago
hasta lo imposible por desocuparme y verlos jugar.
Por mil millones de razones me siento orgulloso del
escarlata, pero la principal es poder estar presente de corazón, sin duda que
algún día podré acompañarlos desde las gradas. Como dicen por ahí, hay tres
cosas que se deben mantener para si mismos, el equipo de fútbol, la mujer que
Dios te regala para cuidar, y la ropa interior que te protege día a día.
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