Sergio Roberto Herrera Vargas nació en
una familia humilde dentro del barrio Patio Bonito de la localidad de Kennedy
el 8 de Agosto de 1986, sus padres son Orlando Herrera y Judith Vargas, dos
trabajadores humildes del sector quienes batallaron ante las dificultades y los
problemas por darle la educación a su hijo.
Su problema de salud inició cuando
estudiaba en el colegio Emmanuel D’Alzón en 1994, cuando notaron que tuvo
caídas estrepitosas y que no lograba ponerse en pie por los problemas de
equilibrio.
Nunca hubo diagnóstico claro de su
enfermedad, pues padecía diferentes síntomas extraños, hasta que examinaron la
radiografía familiar, y se dieron cuenta que el problema de la distrofia
muscular fue por factores hereditarios del lado materno
Buscaban que estudiara con el fin de que
distrajera su mente y utilizara su tiempo libre en otras cosas más importantes
que en su enfermedad, y en el Colegio Parroquial San José de Fontibón consiguió
el apoyo de parte de la comunidad que le dio el mejor de los tratos durante
toda su escolaridad.
“Perteneció a la coral del colegio, y su
voz le motivó al director del grupo para nombrarlo como el líder, desde segundo
a quinto de primaria, cautivando a la gente para escucharlo especialmente en
las misas y eventos culturales” (Emmanuel Hernández, compañero)
Sus compañeros lo admiraban porque su
sonrisa no demostraba dolor ni frustración y todo ese sufrimiento que lo
aquejaba lo llevaba por dentro, nunca lloró delante de sus compañeros ni tuvo
actos que demostraran un signo de compasión de parte de aquellos que lo
rodeaban
Sergio siempre fue muy aplicado en sus
estudios y sus buenas calificaciones lo destacaban por ser el estudiante más
brillante, con lo cual se hizo notar sin importar sus limitaciones y se
convirtió en el centro de atención de sus compañeros.
A los 14 años ganó el premio al mejor
estudiante de cuarto de primaria, y a los 16 años entró al bachillerato a pesar
de todas las dificultades de salud que presentó. Era un joven al que todo el
mundo le dedicaba los goles en los campeonatos de colegio y en cada celebración
se le daba un abrazo apretujante.
Era fanático del Club Deportivo Los
Millonarios y siempre armaba un combo con los compañeros del curso para que lo
llevaran al estadio a verlo jugar. Los del salón se hacían en la tribuna, y uno
de los miembros de la barra Blue Rain muy amigo de él, que también era hincha
de Millonarios.
Fue mi parcero desde que llegó al
colegio hasta que falleció, siempre me contaba sus historias y temores, y
compartíamos hasta los mejores secretos del alma, por eso lo quise, fue mi
mejor amigo. (Andrés Algecira, compañero)..
Hasta sus últimos días fue a estudiar,
no tanto por aprender algo, pues en su conciencia sabía que iba a morir por
esta enfermedad, sino por ver y saludar a sus compañeros, quienes cada rato
pasaban por su casa, y cada 8 de Agosto (fecha en la que cumplía años) se hacía
una celebración por todo lo alto.
Era muy doloroso para nosotros el hecho
de saber que nuestro hijo siempre quiso jugar fútbol al igual que sus amigos, y
además el hecho de que en las clínicas no nos dieron esperanzas de su mejoría,
dado que no se conoce el origen de una distrofia, pues solo saben que es
hereditaria, cuenta su madre, Judith Vargas.
Nunca tuvo impedimentos para sonreírle a
la vida , ya que siempre intentó hacer lo mejor posible en el mundo. Falleció
el 9 de septiembre de 2006, por causa de la distrofia a los 20 años de edad,
pero feliz de haber dejado el legado de vivir sin importar las adversidades que
se presenten en la vida.
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