jueves, 8 de febrero de 2018

SÍNDROME DE ULISES O DE EXTRANJERÍA

La carrera de obstáculos que han de afrontar los inmigrantes les hace especialmente vulnerables a la enfermedad mental. Los psiquiatras han detectado entre los inmigrantes, especialmente entre los que no han logrado sus expectativas, un aumento de una serie de trastornos que especialistas de Barcelona han descrito como el síndrome de Ulises.
Mohamed tiene la mirada perdida, se encuentra en un estado catatónico y sufre fatiga intensa y cefaleas. Tiene, además, delirios de persecución: de pronto, aparecen en su mente unos enormes peces que se disponen a tragárselo, un tormento que los psiquiatras vinculan al terrible miedo que se apoderó de él en su viaje en patera hacia la Europa próspera. Tres meses después, en Barcelona, este marroquí de 24 años se halla en la miseria, sin papeles, sin trabajo y sin expectativas. Mohamed no ha resistido el trauma y su estado mental le está cobrando la factura.
La sintomatología que presenta Mohamed se encuadra perfectamente en el denominado síndrome del inmigrante o síndrome de Ulises, descrito por el equipo de psiquiatras del Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y Refugiados (SAPPIR) de Barcelona, un organismo pionero en España en el abordaje de la denominada psiquiatría transcultural. Los inmigrantes afectados por este síndrome sufren un estado depresivo y de estrés crónico que puede derivar en enfermedad mental y que tiene su desencadenante en la dura carrera de obstáculos que supone la migración: un viaje a menudo peligroso, la lejanía del entorno y de la familia, las dificultades para encontrar trabajo y obtener papeles, o el rechazo racista que muchos inmigrantes, particularmente los extracomunitarios, sufren en la sociedad de acogida. El SAPPIR, con sede en Ciutat Vella, el distrito que concentra el grueso de inmigrantes de Barcelona, ha reunido desde 1994 un millar de historiales clínicos de pacientes que presentan el síndrome de Ulises, una denominación que evoca la similitud entre el arriesgado y duro viaje de los inmigrantes en busca de una vida mejor y la odisea del mítico personaje griego, también plagada de peligros y añoranzas, en su largo periplo por el Mediterráneo.
Desde hace unos años está aumentando en las consultas del SAPPIR el número de pacientes con síntomas similares a los de Mohamed. El director del servicio, Joseba Achotegui, augura que este incremento no cesará: en su opinión, la actual política de extranjería, que califica de "demencial" -utilizando un término propio de la psiquiatría-, está limitando las posibilidades de regularización de inmigrantes e incrementa el número de sin papeles, abocados a la marginación y a la miseria. Éstos son los principales candidatos a sufrir el síndrome de Ulises. Según Achotegui, este síndrome se caracteriza por un estrés crónico, muy intenso y duradero, y múltiple, ya que tiene su origen en una serie de "duelos" derivados de la migración. Los psiquiatras definen el duelo como el proceso psicológico de reorganización de la personalidad que se produce cuando el individuo pierde algo que es muy importante para él, en este caso el contacto con la familia y los amigos, la lengua y la cultura propia, su tierra, su posición social y la seguridad física. "Pensemos en la fortaleza física y psicológica que se requiere para resistir en estas condiciones, a las que hay que añadir la indefensión, la persecución policial o la explotación laboral, entre otras", destaca Achotegui.
No todos los inmigrantes son tan fuertes como para saber afrontar estas adversidades y penurias, y cuando no es así pueden aparecer algunos o todos los síntomas que se engloban en el síndrome de Ulises: ansiedad, depresión, tristeza, temores, irritabilidad, trastornos disociativos y psicosomáticos (cefaleas y dolores abdominales o fatiga intensa) y, en el peor de los casos, trastornos de tipo psicótico. Una intervención pronta evita que estos males se cronifiquen y deriven en enfermedades mentales graves, en infartos o en suicidios. Los antidepresivos y ansiolíticos son a veces imprescindibles para tratar a estos pacientes, pero los psiquiatras prefieren optar por las terapias psicosociales que ayuden al enfermo a reorganizar su vida relacional y social. Achotegui destaca en este sentido la necesidad de adaptar las terapias a los ritos propios de la cultura del paciente, a través de la ayuda de mediadores culturales.
Los psiquiatras, sin embargo, no tienen en sus manos uno de los remedios que más ayudarían a estos pacientes: facilitarles papeles si no los tienen y una vida mejor.




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