sábado, 19 de agosto de 2017

SAN CARLOS BORROMEO

La mejor compañía en un destino distinto es cuando te acercas a Dios, conoces gente que comparte experiencias y atraviesan los mismos caminos. Acercarte a su presencia y celebrar que existe una comunidad que cree en ti, es una forma de salir adelante. Estar orgulloso de Dios y de su palabra, es una forma de comenzar a cambiar.

San Carlos Borromeo, el patrón del inmigrante, sobrino del Papa Pío IV, Era de estatura algo más que mediana, grandes ojos azules, cabello negro, nariz larga y tez pálida. Llevó barba corta y desaliñada hasta que en 1574 mandó al clero que se la cortase precediendo él con el ejemplo. La impresión que producía en los embajadores era de timidez y modestia, hasta el punto de tenerle algunos por poco apto para los cargos. Un defecto de la lengua que le hacía precipitarse al hablar, reforzaba todavía la impresión desfavorable. Pero la práctica en el oficio, la energía de su carácter y su espíritu sobrenatural le fueron dando mayor destreza en el desempeño de sus funciones, hasta quedar patente su talento de gobierno. «Es hombre de frutos, no de flores; de hechos y no de palabras», dirá de él algo más tarde desde Trento el cardenal Seripando

Federico Borromeo, su hermano, a quien el papa acababa de nombrar capitán general de la Iglesia, murió inesperadamente por un acceso de fiebre el 19 de noviembre de 1562. La muerte del mayorazgo causó hondo dolor al Pontífice y al nepote.​ Incluso corrió el rumor de que Carlos Borromeo, ya subdiácono, sería dispensado del celibato, para continuar el nombre familiar. Pero Pío IV lo desmintió categóricamente en el consistorio de 3 de junio, en el que le elevó al orden del presbiterado. El 17 de julio de 1563 fue ordenado sacerdote y el 7 de diciembre del mismo año recibió la consagración episcopal. El 17 de noviembre de 1564, el papa le dio el título de cardenal presbítero de Santa Práxedes


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